domingo, 7 de diciembre de 2008

LA IGLESIA, LA MEMORIA Y EL NEGOCIO

No tengo duda alguna: “muchas cosas han cambiado, pero sin duda siguen faltando cosas por cambiar”.
Nos piden que perdonemos, nos piden que olvidemos y nos piden que nos reconciliemos, pero quienes asesinaron y torturaron no han pedido perdón, algunos gozaron e incluso gozan de buena posición, buen salario y mejor vivir. Dudo que sean sometidos a juicio por las barbaridades que cometieron. La memoria nos debe servir no solo para recordar, para no olvidar y que nadie vuelva a cometer atropellos, para reflexionar, sino para seguir exigiendo la verdad, para cuestionar y aclarar y si es necesario para juzgar.
Respecto de la iglesia católica en España, se me hace casi imposible opinar. No tengo claro de que iglesia hablamos, porque tengo la sensación de que aunque solo se conoce una, haberlas ahílas mas de una, la iglesia general es decir la del vaticano, la Iglesia, que a lo largo de su historia, ha predicado una cosa, y como de costumbre, ha reaccionado de otra, la iglesia comprometida y que ante el silencio impuesto a la ciudadanía se considerará obligada a constituirse en "la voz de los que no tienen voz" y dado su calidad de experta en humanidad, no tardo en sentirse involucrada en los grandes problemas nacionales, como es el caso de la iglesia en la América latina, o esta iglesia la española, la de los del amor y la paz, el perdón, el poner la otra mejilla...y a la vez, la inquisición, la posición contra el gobierno, cualquier ley que no les guste o beneficie, en fin, contra todo lo que no sea exactamente como ellos, quienes la dirigen, querían.
Pero muchas veces no es ni siquiera culpa de la propia institución en si, si no que la culpa es de los que leen el libro y lo mal interpretan. Cientos de personas leen la Biblia, y las interpretaciones ya son un sinsentido. Cada uno a su bola, cada uno su interpretación, donde uno lee paz, el otro lee guerra, donde uno ve blanco el otro negro.
Así que difícil me es hacer un dictamen de las opiniones de la iglesia en España, pero una cosa si que tengo clara: al único que yo puedo defender, es a aquel pobrecito cura de sotana raída, que vivía en un pequeño pueblecito, o al actual cura de vaqueros comprometido con la realidad social actual y que sigue intentando consolar con palabras auténticamente piadosas y ojos llenos de bondad. Pero soy realista: de esos quedan, como mucho, tres. Porque eso si, en todos los sitios, siempre hay alguien que trabaja desde la humildad y sin que se le note.
Pero el tinglado que tiene montado la iglesia en España, amigos míos, es el gran negocio del siglo. Y lo es hace mucho tiempo el negocio de la iglesia católica en España que siendo un país laico sigue teniendo privilegios desde tiempos inmemoriales y, no nos engañemos, los seguirá teniendo.
Socialmente es mucho lo que aun tenemos que hacer, políticamente mucho lo que tenemos que reflexionar. No debemos permitir que nuestros desaparecidos que ya fueron excluidos de nuestras memorias permitidas, pasen a ser el caballo de batalla de nada ni de nadie que no sea la de su propia causa. Reclamar por los desaparecidos es pelear por una justicia que siempre se nos negó. Es buscar la verdad y una vez encontrada seguirla buscando. Es darle a la memoria un lugar privilegiado en nuestro futuro. Es aprender la lección: que no es la de olvidar o no repetir. Es buscar la forma de que esas muertes no hayan sido en vano, es inyectarnos de toda la sangre derramada para seguir viviendo y buscando por un camino de dignidad.
Encontrar a quienes desaparecieron, saber donde se encuentran, y llevarlos al lugar que sus familiares deseen, es poner en práctica lo mejor de nosotros mismos, individual y colectivamente, porque esos hombres y mujeres fue el legado que nos dejaron.
Pero eso si, cuidado, que no se aprovechen ni los políticos ni la prensa, ni nadie que los manipule a su antojo. Empecemos a hablar, a preguntarnos, interpelarnos, e investigar abiertamente, sin morbo pero con la cruda realidad de lo acontecido. Seamos dueños de nuestra historia, acerquemos ese pasado distante a este nuestro presente. Si los desaparecidos dejaron alguna señal es la de que cuando se lucha se hace por propios y ajenos, por su generación y sobretodo por las venideras, y seguir entendiéndolo así es lo que nos da esperanza de alcanzar una vida más justa para todos. Tenemos el derecho de exigir verdad y justicia, y la responsabilidad de hacerlo como sociedad.
Contra la de impunidad y quienes la amparan es contra lo que debemos luchar y esto lo tenemos que tener más presente que nunca; bienvenidos los buenos gestos pero sin olvidar nada de esto.
Que la burla y el desprecio de algunos por el dolor de los familiares no termine aquí. Desgraciadamente la clase dominante española de aquellos momentos no consideró como delito la tortura contra cientos de miles de españoles y las aberrantes violaciones a las mujeres detenidas.
Que la memoria histórica este viva, que ate nuestra memoria con nuestros sueños, que ate a nuestros muertos con los vivos, a nuestros viejos con nuestros niños, y que sea por un España mejor, razón por la cual ya no están.