jueves, 26 de marzo de 2009

LO QUE SE HACE Y/O LO QUE SE DICE QUE SE HACE

Hipócritas: “en público predican agua, a escondidas beben vino”.
El mentiroso predica no mentirás ¿es posible no mentir? Hay mentiras de emergencia, hay defensa legítima, hay robos en caso de extrema necesidad. Es imposible no violar estas normas morales. Detrás de toda moral hay un actor que constantemente se mueve entre cumplirla e incumplirla.
Siempre se predica agua en público tomando a escondidas vino. En la religión cristiana se dice que todos son pecadores, por tanto, también aquéllos que tienen como oficio predicar la moral.
La hipocresía, entonces, resulta condición humana, no acto aislado cometido por algunos. Moral es hipocresía. Ningún predicador de la moral podría predicar lo que hace porque presentaría un ideal muy mediocre que no entusiasmaría a nadie. No puede predicar lo que hace, sino solamente lo que debiera hacerse y debiera hacer él también.
Por supuesto, son los hipócritas que niegan la hipocresía de sus acciones. Son los inquisidores. Pueden ser irreprochables, pero todo lo que no cometen en su moral privada ahora lo cometen en la negación de aquéllos que la violan. Al no tener vida sexual, torturan a sus víctimas en sesiones; viven la sexualidad en forma de la destrucción del cuerpo del otro. El inquisidor es una persona casi completamente recta y por eso puede ser un gran criminal.
El mismo cinismo de los narcotraficantes que defienden la prohibición de la droga porque sin ésta su negocio se desvanecería.
Al igual que los narcotraficantes, hoy los poderes de nuestro mundo defienden los derechos humanos, a los cuales necesitan para poder hacer sus negocios de poder. La persecución de pretendidas conspiraciones mundiales asegura que los derechos humanos no sean más que cortina de humo. Los derechos humanos en la boca del poder no tienen otra función que proteger el negocio del poder. Son el medio para un masaje del alma sentimental de aquéllos que no tienen poder y que no deben tenerlo. No hace falta aparentar nada; no hay ninguna hipocresía, sino un simple uso cínico de argumentos.
Si hace falta recuperar la moral y la vigencia efectiva de los derechos humanos, hace falta recuperar la hipocresía. Pero hay que recuperar la hipocresía de la moral, no la de la abolición de la moral por la voluntad del poder. Y por ese camino va la recuperación de los derechos humanos también. Tienen razón aquéllos que públicamente predican agua y a escondidas toman vino. Hagamos entonces un elogio a la hipocresía. En los años cincuenta aparecieron los jóvenes airados, que fueron derrotados y se transformaron en yuppies. Ahora vienen los viejos airados que junto con las viejas airadas son irresistibles y parece que no podrán ser aplastados.
La batalla de ideas entre el relativismo posmoderno y el neoconservadurismo militante es tan elemental que los llamados dilemas morales han dejado de ser morales para convertirse en pura identidad. Saltan chispas por la nueva batalla del aborto. Las razones simulan ser morales, pero son banderas de grupo. De tribu.
Se discute sobre el aborto como discuten los forofos sobre el Madrid y el Barça: atrapados por el sentimiento de pertenencia, confundiendo el arte de argumentar con la sistematización de los prejuicios. Se creen unos en posesión de la geografía de la modernidad y desprecian con sonrisa concesiva a sus antagonistas, tachados de medievales y premodernos.
Otros en cambio se creen en posesión de la topografía de la verdad y no dudan en calificar de asesinos o de corrupción moral a sus oponentes. Dejarse interpelar por los argumentos del otro es signo inequívoco de flaqueza. Si me intereso por la defensa que hace la Iglesia de la sacralidad de la vida humana (y, en concreto, de la potencialidad del feto), acabaré siendo caricaturizado por modernos y feministas como un meapilas.
Pero si considero fundamentalistas las excomuniones del obispo de Recife a los que facilitaron el aborto de la niña de nueve años violada, seré enviado por los antiabortistas al infierno del relativismo moral.
El peor trasfondo que tienen las posiciones morales públicas es la hipocresía. Por ejemplo: no deja de ser chocante constatar que algunas mujeres representativas del partido político que acostumbra a alinearse con las severas posiciones de la Iglesia católica sean madres voluntariamente solteras. Entiéndanme, no las juzgo (ni me corresponde; ni por supuesto creo estar a mayor altura moral que ellas), pero su caso, al ser público, tiene una función ejemplar. Revela que existen dos varas de medir perfectamente compatibles: la moral que pretende imponerse a machamartillo a toda la sociedad; y la que uno escoge para su vida personal.
Al igual que resulta chocante que durante el mandato del partido político que se alinea con esas severas posiciones de la Iglesia católica, en nuestra España, se practicasen 500.000 abortos, y no se oyeron voces discordantes como se oyen ahora.
Y en mi tierra, esta bendita pero apesebrada Rioja, más esperpéntico resulta el caso del centro religioso que, según diversos medios de comunicación su directora María Victoria Vindel, ha mostrado un montaje a alumnos de ética de 4º de la ESO en el que aparecían imágenes de responsables socialistas en actitud sonriente junto a fotografías de fetos y niños muertos. De esta forma, el centro religioso pretendía “concienciar” a los jóvenes ante la reforma de la Ley del Aborto que prepara el Gobierno Central. Hipócritas: lo que realmente pretenden es “adoctrinar”. Con la Iglesia hemos vuelto a topar.
¿Tiene sentido seguir pagando entre todos los centros concertados si son desleales con la Democracia y el Estado de Derecho? Que inviten a la responsable a cambiar de trabajo ya que el de la enseñanza esta visto que no es el suyo, María Victoria Vindel si que sabe adoctrinar, si quiere adoctrinar que lo haga sin fondos públicos. Para colmo se declara apolítica y mi pregunta es, ¿sabe lo que es ser apolítica? Y encima es directora del colegio. No más dinero a la iglesia y a los colegios religiosos concertados, si quieren adoctrinar que lo hagan con sus medios pero que no usen el dinero del contribuyente.
A todo esto, que dice el Gobierno de La Rioja responsable en esta materia, “de esto no toca hablar”. La callada por respuesta.
Demostrar que la hipocresía preside algunas trincheras, lo que demuestra que, en la batalla de las ideas morales, las ideas son lo de menos, pues lo que importa son las cuotas de poder e influencia que ellas posibilitan. La vinculación política y la defensa de privilegios temporales están impidiendo a la Conferencia Episcopal interpelar moralmente a la sociedad laica. Y la dependencia de grupos de presión feministas y culturales está impidiendo a la izquierda plantear el aborto y otras cuestiones de moral social desde la innegociable perspectiva de la vida humana.
Mantengo el titular: Hipócritas: “en público predican agua, a escondidas beben vino”.