sábado, 22 de marzo de 2008

AMERICA LATINA ¿UTOPIA O REALIDAD?

A propósito del bicentenario de la independencia de América

La humanidad siempre ha dado soberanas muestras que allí donde se siembran injusticias, donde se crean insalvables diferencias entre ricos y pobres, entre dominadores y dominados, entre pertenecientes y despojados, entre invasores y ocupados, entre explotadores y explotados es donde aparecen las milicias de los pueblos, los revolucionarios dispuestos a enfrentar todo aquello que necesariamente es malo y perjudicial por tener la finalidad de terminar con las libertades el albedrío de los pueblos. Algunas son alimentadas desde las ideologías y otras por cuestiones religiosas hasta límites tan mesiánicos que necesariamente se van transmitiendo de generación en generación. Se convierten en eternas e invencibles, cada vez mejor equipadas para enfrentar a las otras fuerzas técnicamente mejor dotadas de los países imperialistas y capitalistas.

Los pueblos seguirán luchando, y bien que lo deben seguir haciendo, por la independencia y la libre determinación dentro de las fronteras establecidas caprichosamente para conseguir una vida digna y en paz, procurando el bienestar indispensable para las próximas generaciones. Ese insigne bienestar tan general como humano deseable y lograble, en ese otro mundo que sabemos que es posible.

Los pueblos deben consolidar sus gobiernos y sistemas políticos que decidan las mayorías de sus ciudadanos, y no aquellos que desde los viejos libros deshilachados y hediondos algunas poderosas naciones quieren imponer con la misma frialdad y el mismísimo cálculo arrogante que son incapaces de llevar adelante en la práctica en sus propios países.

Ya no más muertes evitables de civiles en cualquier sitio del plantea, porque una niña o un niño israelí, inglés o norteamericano vale tanto para la humanidad como una niña o un niño latinoamericano, libanés, iraquí, palestino o afgano.

Los nuevos tiempos que se están presentando en Latinoamérica van diagramando una nueva agenda de discusiones, mucho más alejada de la que quieren atender muchos gobernantes de turno y sus cómplices opositores.

Hoy son los pueblos los que están tomando en sus manos la impronta de las liberaciones nacionales y regionales en cada país y región. Las miradas hacia el viejo continente, ya no encuentran asidero ideológico por estos lares como otrora.

El continente centro y sudamericano, que supo conocer como pocos el coloniolaje y la usurpación genocida imperialista desde hace mas de quinientos años, tiene a sus mujeres y sus hombres en estado de movilización, para la búsqueda de destinos muy distintos a los impuestos desde los diferentes poderes de turno.

Las diferentes democracias representativas latinoamericanas no pueden sostenerse desde las iniciativas y las lógicas dependientes del mercado financiero, económico y comercial internacional. Los términos asimétricos del intercambio comercial y productivo, los costos y las formas del endeudamiento externo de los países, el acceso a las nuevas tecnologías, el desprecio por el ecosistema y los recursos naturales no renovables, junto a la sumisión en las posiciones de política internacional.

Ahora soplan vientos de cambio con las rebeliones populares, la bravura en el sostenimiento de los gobiernos que no traicionan al ciudadano y sus propuestas, y con el viraje en el acompañamiento democrático hacia aquellas propuestas desencontradas con los sectores adoradores de las economías de mercado capitalistas. Esos vientos cruzan las ciudades, sierras, montañas, selvas y llanuras con un mismo sentimiento de autodeterminación, libertad y justicia.

Todos los países cargan en sus mochilas sus historias de encuentros y desencuentros, y desde ellas debemos perfilar el futuro con la atención puesta en las necesidades y posibilidades de una mejor vida de todos. Corrigiendo los errores e insistiendo sobre los aciertos será la única forma de construir el hoy y el mañana.

De que otro mundo es posible, urgente y necesario ya no caben dudas, y son los latinoamericanos los únicos responsables de hacerlo en su continente sin mezquindades y con el desprendimiento revolucionario que les impone la realidad actual. Con ellos y en ello, debemos de estar y que mejor ocasión que dentro de la programación del bicentenario de la independencia de América

Ojalá que así sea el futuro latinoamericano y que la unidad de los pueblos sea el cercano horizonte por alcanzar.

Focalizar el tema solamente en el aspecto económico sería por demás de benévolo de mi parte, pues la hecatombe ha cruzado transversalmente toda la vida ciudadana desde la desaparición de los proyectos educativos superadores, el desprecio hacia la salud pública que garantice igualdad de atención sanitaria para todos, la desatención de los mayores que han llegado a la vejez desprotegidos totalmente y envueltos en las necesidades y las penurias, la entrega a las empresas y potencias extranjeras de todas las empresas energéticas y de servicios públicos que han asfixiado y condicionado a cualquier proyecto independiente y soberano, el desplazamiento a la pobreza y la indigencia a mucho más de la mitad de la población que encuentra en la desocupación el destino inexorable de su vida, entre muchas otras cuestiones que muestran en la totalidad del mapa latinoamericano a un territorio devastado.

Hoy las nuevas generaciones tienen uno de los futuros más tétricos que podamos imaginar, donde solamente debemos observar a millones de jóvenes que sin destino ni esperanzas pasan sus días a la espera de caerse de la vida digna.

Estoy seguro que OTRA LATINOAMÉRICA ES POSIBLE. Al observar la situación política y social de Latinoamérica de éstos tiempos es imposible dejar de traslucir una sonrisa cómplice con los vientos que corren a ambos lados de la cordillera y que son atravesados por los provenientes de ambos océanos motorizados por la actitud movilizadora de sus pueblos.

Mientras el continente sigue siendo proveedor mundial de alimentos, minerales y energía en sus diversas formas de los países centrales que en las últimas décadas han mejorado las condiciones de vida a pasos agigantados. Por estos lares se van verificando cada día las injusticias que agravan el pesar de cientos de millones.

Se van armonizando y renovando las anteriores y nuevas pertenencias de clase y pertenencias: indígenas, trabajadores, desocupados, humillados, estudiantes, sin tierras y demás sectores que el modelo intentó dejar marginados hasta el límite de pretender su desaparición.

Son tiempos de hacer la revolución latinoamericana hasta ahora postergada desde el convencimiento que “Otra Latinoamérica es posible”.

Que no pase una nueva conmemoración y que muy pocas cosas o nada hayan cambiado en éstos más de 500 años, salvo que la democracia está instalada a lo largo y lo ancho del continente, como lo está la dependencia cultural, económica financiera y política.

La miseria de los países de Latinoamérica no es el resultado del subdesarrollo sino la consecuencia del sometimiento impuesto a los pueblos por Imperios coloniales -España, Portugal e Inglaterra- y neocoloniales -Estados Unidos-, ya que no son pueblos pobres, los han convertido en pobres los dominantes de ayer y los de hoy.

Desde el nacimiento de la conquista fueron sometidas sistemáticamente todas las comunidades indígenas, cuando no hicieron lo imposible para lograr su sufrimiento, aislamiento y marginación, que junto al enfrentamiento de éstas con los campesinos y pequeños productores se extendió por el continente todo.

El ciclo de las atroces y genocidas dictaduras latinoamericanas parecen haberse replegado, para convertirse en un simple maquillaje de los mismos intereses que defienden ahora en nombre de la democracia.

En momentos que el mundo se bate y debate en un conflicto planteado de forma totalizante entre “el bien y el mal”, podríamos soñar con una nueva Latinoamérica que levante muy altas las banderas de la independencia, la autodeterminación y la libertad para sus pueblos. Sería como pensar, que si tomamos todas las promesas que les hicieron y las llevamos adelante, complementando todos sus recursos y potencialidades, podríamos encaminar el Redescubrimiento de América.

Esta puede ser la ocasión, la celebración del bicentenario de la independencia de América, no dejemos pasar esta oportunidad.

¿Qué hermosa utopía? No